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A mis amigas

  • Foto del escritor: Clem!
    Clem!
  • 8 mar 2018
  • 2 Min. de lectura

Mi país, Venezuela, atraviesa un situación económica bastante difícil actualmente; y ese ha sido motivo para que muchos venezolanos tengamos que salir a otros países a buscar una mejor calidad de vida (ok, tranquilos. No hablaré de eso. El cuento es otro).


En el 2016 viajé con Dan (si no saben quién es Dan, lean mi primer post) a Quito, capital de Ecuador. País al que no puedo menos que agradecerle por tanto aprendizaje y experiencias bonitas de todo tipo.


En Quito conocí gente maravillosa, conocí niñas que me enseñaron mucho y me inspiraron a crecer como persona; ellas sin saberlo me dieron varias lecciones necesarias y “empujones” que sin duda alguna, agradezco.


De Quito regresé muy cambiada a Venezuela (sí, volvimos a Venezuela); física y mentalmente. Me hice un piercing en la nariz (en mi vida había considerado hacer esto), compré un septum falso que de hecho, usé. Descargué Snapchat, y me tomé selfies con todos los filtros, sin juzgar. Llegando a Venezuela corté mi cabello, y usé croptops (todo esto les parecerá algo estúpido, pero fueron cambios pequeños que cambiaron mi manera de ver la vida); vi la ropa de una manera más divertida. Cambios. Me atreví con los cambios. Una amante de la moda me hizo ver todo esto.


Una escritora súper talentosa y fanática de la música, sin saberlo, me motivó a por fin comenzar este blog, donde ahora pueden leerme.


Una niña de 13 años, en esa fecha, que ama bailar, me hizo crear en mi mente coreografías asombrosas e imaginarme bailando con mis amigas.


Son pequeños fragmentos de grandes ejemplos.


Cuando llegué a Venezuela no bailé con mis amigas, y eventualmente mi nuevo sentido de la moda se fue adaptando a mi personalidad, tomé las cosas que me gustaban y lo demás lo deseché. Comencé este blog. Volví a escribir.


No bailamos, ¿eh? Que decepcionante. ¿Y qué hicieron? Nos conocimos más.

Con dos, me uní mucho más. Conocí aspectos que después de años de amistad, estaban ocultos a simple vista.


De otra me alejé. Y ella se alejó. Nos alejamos tanto, que nos conocimos más y mejor.

No bailamos juntas porque entre drama y drama pasaron los días; con una viajé, conocí nuevos lugares y me reí hasta más no poder (hasta el dolor de panza inevitable); con otra conviví y tomé tés en medio de pijamadas; con la otra aprendía.


Despedí a una, y luego a otra. Sé, sin duda, que otra despedida se aproxima.

Pero, ahora más que nunca se quiénes son y quién soy con ellas. Ahora más que nunca las abrazo y sé que me sienten.


A mi otra amiga, a la incondicional, le agradezco la vida y el aprendizaje constante. La sonrisa que me ofrece cada que nos vemos, y el abrazo asfixiante que nunca falta (y que nunca falte).


A cada una, espero sepan quienes son. No está tan difícil saber cuándo hablan sobre ti, ¿cierto?


Les dedico esto.


Y a ustedes, que me leyeron hasta este punto, ¡besos!

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