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Microcuento: Vestigios de Carnaval

  • Foto del escritor: Clem!
    Clem!
  • 15 sept 2019
  • 2 Min. de lectura

La mañana pasaba lento, y entre una clase y otra no podía esperar para ver a sus amigas.

Los últimos quince minutos de la clase le resultaron eternos, y tan pronto terminó de escribir lo que estaba en el pizarrón, guardó sus cosas y salió.


Mientras se alejaba del salón, los murmullos se hacían más lejanos y se sumergía en el calor del patio. Era esa época del año que tanto odiaba. No podía decidir si por la música ordinaria y festiva, el calor de la temporada o los desfiles interminables; una excusa de la gente para emborracharse y mostrar la piel.

El carnaval definitivamente no era lo suyo.


A Isabella la miró a lo lejos y sonrió mientras caminaba hacia ella.


- ¡Las horas cada vez pasan más lento! - saludó.


- Pero por fin nos podemos ir. - Isabela rió y le dió un abrazo.


Pasados diez minutos, a la conversación se unieron dos amigas más. Y entre risas y chismes, el silencio empezaba a colmar el lugar.


A unos metros de distancia de donde estaban sentadas había un grupo grande de personas. Hablaban con un tono de voz fuerte y reían sin parar; mientras soltaban burlas al aire.

Gente del carnaval, le parecían.


Las cuatro decidieron marcharse. Se levantaron y dieron varios pasos.


Las risas aumentaron, y en su cabeza resonaron más y más.

No podía creer lo que había sucedido.


Isabella y las otras dos querían marcharse, pero ella no podía irse y dejarlo así.


- Vamos a comprar un refresco - les dijo.


Caminaron nerviosas.


Luego, con la bebida en la mano se paró firme frente al grupo.


- ¿Quién fue? - preguntó.


Un chico más grande en edad y estatura se levantó y con cara de orgullo admitió ser quién lanzara agua a las cuatro amigas.

Ella no sabía que le molestaba más, si los vestigios de las fiestas, o que alguien se creyera con el derecho de molestarlas, por ser mas chicas, por creerlas menos.


La gaseosa no estuvo mucho tiempo en el vaso. Y las burlas del grupo se tornaron en contra de uno de sus propios integrantes.


Le dió la espalda al muchacho, que quedaba empapado y caminó con la mayor gracia del mundo, junto a las otras tres.


- ¡Eres mi héroe! Tenias que verle la cara. - decían las amigas.


Las semanas siguientes al evento corrieron rumores de venganza, por parte del chico hacia ella, y no pudo estar tranquila.

Pero los días se volvieron semanas, las semanas meses y los meses años.


Nada pasó.

 


Se sentó en la plaza a esperar a unos amigos. Colocó música en el celular y se puso los audífonos.


La calle estaba más tranquila de lo normal, las hojas caían de los árboles y el clima estaba fresco.

Era esa época del año que ella amaba.


- Y, ¿desde cuándo no tiras una bebida en la ropa de alguien? - escuchó.


Sintió que la piel se le erizaba y con rabia subió la vista.


Ahí estaba el chico, con los mismos años extra que ella, con otro aspecto y otra mirada.


Sonrió.






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